Attach:pabellon0.jpg Δ Fotografía del Pabellón de Bolivia en París durante la Exposición Universal de 1889, al finalizar el auge de la plata en el siglo XIX.
Attach:avelinoaramayo.jpg Δ Como José Avelino Aramayo y Gregorio Pacheco, Aniceto Arce fue uno de los "Patriarcas de la Plata", como los llama el historiador Antonio Mitre.
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Recién a fines de 1850, cuando un nuevo grupo de mineros –liderizados por Avelino Aramayo, Aniceto Arce y Gregorio Pacheco- toma a su cargo las principales minas del país (Pulacayo, Guadalupe, Real Socavón de Potosí, entre otras) se sientan las bases para el auge post 1872. Con la introducción de una nueva manera de encarar el desarrollo de la minería, a través de la incorporación de personal capacitado en aspectos técnicos y administrativos, se inicio un proceso de modernización, tanto en los socavones como en los ingenios. Se introdujeron las primeras maquinas a vapor y se realizaron mejoras en la recuperación metalúrgica. Asimismo, se incremento su capacidad mejorando las obras de captación de aguas. Se mejoro el transporte de minerales dentro de las minas (con rieles y tracción a sangre) y entre ellas, a través de la construcción de caminos secundarios.
Este surgimiento estuvo liderizado por la Compañía Huanchaca de Bolivia, que fue la empresa símbolo del siglo XIX. Fundada en 1832 con capitales nacionales, estuvo dedicada al desagüe de la mina Pulacayo y a la reconstrucción del ingenio. No logro distribuir dividendos sino hasta mediados de 1850, cuando se hizo cargo de su administración Aniceto Arce que fue quien promociono esta empresa en Chile. Afines de la década de 1870 Huanchaca también fue promocionada en la bolsa de Paris y logro atraer capitales franceses.
A pesar de lo anterior, no fue sino hasta 1872 que la minería tuvo un auge. La liberalización de la economía a través de la suspensión del monopolio de compra de pastas y minerales de plata (decreto del 8 de octubre de 1872) y del pago de minerales con moneda feble (decretado en 1873), permitieron el despegue de la minería de la plata a la vez que esta se integraba al mercado mundial. El establecimiento de empresas mineras modernas, en un inicio con capitales de actividades comerciales y de agricultura y luego con capitales extranjeros, mayormente de la Bolsa chilena, fueron claves para la introducción de nuevas tecnologías, las mismas que explican este resurgimiento. Efectivamente, los capitales chilenos llegaron a Huanchaca, en 1873, al año de la liberalización de la exportación. Lo paradójico de este proceso es que se lleva a cabo justo en un periodo en que los precios internacionales descendían.
Un importante factor que contribuyo al auge de la minería de la plata a fines del siglo XIX, fue el tendido del ferrocarril de Antofagasta a Uyuni en 1879, que pasaba por Huanchaca y Pulacayo. Disminuyo el costo de transporte, haciendo rentable la explotación de minerales de menor ley y facilitando su exportación en bruto. Asimismo, los ferrocarriles facilitaron la importación de maquinaria, así como de insumos –entre los que se destaca el combustible- tanto para la minería como para las poblaciones urbanas de las principales ciudades.
La producción de plata creció en forma sostenida durante la década del setenta y ochenta. Por primera vez el promedio de producción anual supero los promedios anuales logrados en épocas coloniales. Efectivamente, ya en la década del setenta se llego a un promedio anual de 955.629 marcos de plata, muy por encima del promedio más alto colonial (803.272 marcos) de la década de 1580. Entre 1880-89 y 1890-99, los promedios anuales de producción superaron el millón de marcos. Es interesante destacar que durante el periodo de auge se llevo a cabo la Guerra del Pacifico (1879-1884) que no afecto el ritmo de producción. Contrario a lo que ocurrió en las Guerras de la Independencia y a lo que ocurriría en la Guerra del Chaco (1932-34), la producción de Huanchaca incremento durante el conflicto. Sin embargo, la producción comenzó a declinar a partir de 1895.
La introducción de maquinaría y de nuevos sistemas de producción requerían una mano de obra estable, organizada y disciplinada. Sin duda se inicio un procesote proletarización de la mano de obra minera, de origen fundamentalmente agrario. Estos esfuerzos modernizadores tuvieron que acomodar costumbres rurales de los trabajadores y convivir con las fiestas, “San Lunes” y otros hábitos de los mineros/campesinos bolivianos que continúan, en mayor o en menor grado, hasta ahora. La fuerza de trabajo, a su vez, se sometió a un mayor control de las empresas del proceso de trabajo, a un reordenamiento del mismo y la reducción de ciertas funciones menos calificadas.
Simultáneamente, se califico la mano de obra en la medida que se incorporaban nuevas técnicas de trabajo, especialmente en “interior mina”. Durante este periodo la minería de la plata tuvo dificultades en atraer suficiente número de trabajadores en forma permanente.
La modernización tecnológica, por atraparte, permitió una interesante integración vertical al lograr llegar de la explotación a la refinación del metal de plata. En el caso de la Compañía Minera Huanchaca este proceso inicialmente se llevaba a cabo en Pulacayo, pero una vez que el ferrocarril unió Huanchaca con el Pacifico (1879) se traslado a Antofagasta. El ferrocarril posibilito el trasporte de mineral en bruto a costos razonables y en vista de que el sistema impositivo gravaba menos al mineral bruto que al refinado resulto ser más rentable fundir los minerales en la costa.
Con la caída de los precios de la plata a partir de 1895 (fruto de la expansión de su producción a nivel mundial y su menor rol en la política monetaria de los países europeos), la minería boliviana concluyó el siglo como había comenzado: en crisis.
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