En el aspecto económico, el liberalismo significo en Bolivia, como en otros países de América y Europa, el fortalecimiento del capitalismo y el surgimiento de una burguesía económica. El capital minero sustento el sistema político, aunque las riendas de la conducción gubernamental estuvieron en manos de políticos y abogados letrados.
Las economías exportadoras, sobre todo el estaño y la goma, movieron los resortes del Estado. El “poder minero” se erigió en un complejo aparato estatal que protegía el modelo exportador, definía las políticas sociales y educativas y ejercía control sobre las instituciones.
Bolivia se desarrollo en función de las economías de exportación, especialmente, la minería. Bajo su predominio se impulso a los sectores subordinados a ella, como el comercio y la banca, descuidando el desarrollo agrícola. Este mismo impulso fue, sin embargo, modernizador y generador de mayores recursos tecnológicos.
Es estado no se benefició en la misma proporción de la acumulación de la riqueza privada. Las exportaciones abrieron la compuerta para la importación de bienes suntuarios y todo tipo de manufacturas. Desaparecieron todas las barreras proteccionistas.
La estructura social estuvo en contradicción con el ejercicio de la política. Se mantuvo la dicotomía entre el Estado y la sociedad civil, profundizándose las contradicciones étnicas, culturales y espaciales. Las ciudades mas importantes recibieron los beneficios del progreso urbano y las nuevas tendencias intelectuales quedaron impresas en la literatura y en la prensa de la época.
El segundo intento liberal llego a su ocaso al finalizar la década del treinta. El fracaso militar en la guerra del Chaco (1930-1935) y las ideas nacionalistas emergentes de aquel conflicto se plasmaron en una voluntad de cambio que se manifestaría 20 años después. El pueblo quería justicia social, control de los recursos naturales y una participación política real inspiradora de la doctrina liberal.
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