En la época de los Habsburgo, los reyes habían actuado haciendo uso de atribuciones concedidas graciosamente por los Papas, pero que no constituían en si derechos de la monarquía, situación de la cual los monarcas eran perfectamente conscientes, evitando, por ello, caer en odiosos extremos. Los Borbones, en cambio, pretendieron consolidar el Patronato, e incluso ampliarlo, movidos por ideas regalistas de un matiz dieciochesco. La base de sustentación estaba en que el Patronato no se originaba en la Santa Sede sino que era propio e los Reyes, en atención a sus derechos de soberanía; la jurisdicción de los asuntos religiosos pertenecía, por lo tanto, al Rey y a los Obispos del reino, pero en ningún caso a Roma.
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