El liberalismo del siglo XIX fue una corriente de pensamiento enraizada en el racionalismo del siglo XVII y en el pensamiento de la Ilustración del siglo XVIII. La declaración de Independencia de los Estados Unidos (1776) y la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789), que proclamaron la libertad e igualdad de los hombres fueron contribuciones fundamentales para el posterior desarrollo del liberalismo político. Por su parte, el pensamiento de Adam Smith y Jeremías Benthan contribuyeron a estructurar las bases del liberalismo económico. Para los primeros pensadores los aspectos filosóficos, políticos y económicos del liberalismo formaban una unidad; su evolución permitió que se divida en dos corrientes a veces contrapuestas, el político y el económico.
En América, el pensamiento liberal fue la espina dorsal de los movimientos continentales de emancipación y el fundamento de las instituciones republicanas que surgieron tras el derrumbe del colonialismo. Esta corriente se fortalece a fines del siglo XVIII y adquiere su verdadera dimensión económica y política durante el siglo XIX con la acelerada liberalización del comercio, la inserción de las economías regionales al mercado mundial, la aparición de los primeros partidos políticos organizados y la aplicación de sus principios.