En este punto vamos a analizar la estructuración de una formidable alianza que se dio a mediados del siglo pasado entre el belcismo, el ejército y las masas populares, compuestas estas últimas, por los artesanos mestizos de los centros urbanos y los indios comunarios del campo, contra el librecambismo y las clases que convergieron en torno a él: mineros, terratenientes y grandes comerciantes. Después de la batalla de Yamparaez (1848) que encumbro a Manuel Isidoro Belzu en el poder, lo que parecía ser un nuevo gobierno militar de características similares a los que lo precedieron resulto ser el catalizador de una vasta movilización popular. El hilo conductor que permitió la movilización conjunto acampo-ciudad fue el ejército, por el relativo dominio que mantenía sobre las comunicaciones, su capacidad de desplazamiento y organización.
Aunque las masas indias, tenían una tradición de lucha bastante fuerte y una autonomía en cuanto objetivos inmediatos a lograr; por primera vez, no se encontraron frente a un ejército masacrador siempre dispuesto a defender los intereses de las clases dominantes, sino que tuvieron ante sí a un aliado en contra de la aristocracia terrateniente a la que Belzu había declarado la guerra, desde el inicio de su gobierno. La defensa de la propiedad comunal y la promesa belcista de abolir los tributos engranaron perfectamente, logrando la adhesión de los ayllus al belcismo, materializándose esta adhesión en la defensa intransigente por parte de los indios del régimen, aplastando éstos, todo intento de sedición o alteración del orden por parte del depuesto Ballivián
Es sumamente significativa la colaboración que brindaron los ayllus de las inmediaciones del Lago Titicaca a Belzu, cuando los partidarios del belcismo cruzaron la frontera con el Perú y conjuntamente los aymaras de la zona infringieron sendas derrotas al ejército Linarista (Calderón 1993:32).
La firme política proteccionista de Belzu atrajo desde un principio las simpatías del artesanado mestizo, convirtiéndose este en una sólida base social para el belcismo en las ciudades, el hecho de que gran número de artesanos supiera leer y escribir, hizo de ellos, una fuente de votos segura para el caudillo. Bajo su régimen se reorganizaron varios gremios y se establecieron escuelas de artes y oficios. El control estatal sobre la explotación de la plata se acrecentó, de igual modo que sobre la quina, asegurando así, ingresos frescos para el erario nacional, lo que redundaba a su vez en el bienestar del ejército, que bajo su administración siguió consumiendo un elevado porcentaje de la renta nacional. Es importante recalcar la gran habilidad e ingenio de Belzu para articular las demandas de los diferentes sectores populares y a la vez mantener una fluida comunicación con las masas, que permitió continuamente retroalimentar su discurso.
Este movimiento devino en la formación del primer partido popular, que tomo para si el denominativo de Belcista, cualitativamente distinto al original, este había incorporado las demandas de los sectores que habían confluido en la movilización, manteniéndose vigente mucho después de la muerte de Belzu, especialmente entre los artesanados de La Paz.
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