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El procesamiento de la savia del árbol “Hevea Barsilensis”, por los indígenas del oeste amazónico, para impermeabilizar tejidos, fabricar calzados y otros útiles, es de épocas pre-coloniales. La región donde se encuentra abundantemente esta especie, es en la bajo Beni, a partir de río Madidi.
En la década del ’70, se descubrieron importantes manchones de goma en el río Madidi, situación coincidente con la caída del precio de la cascarilla (quina), por lo que los comerciantes y quineros del alto Beni y Reyes, abrieron barracas a lo largo del río Beni. Luego estos establecimientos se extendieron hacia la región que comprende los ríos Madre de Dios, Orthon, Tahuamanu y otros.
Su explotación intensiva provoco cambios irreversibles en la región. En lo humano, esos cambios se manifestaron, cuando la civilización occidental, en su urgencia por explotar la goma, recurrieron a la mano de obra local, reclutando compulsivamente a los indígenas.
El reclutamiento en las regiones de Santa Cruz, de Moxos y de las localidades secularizadas del norte de La Paz, se hizo de manera engañosa, pero en cierta medida con la aprobación de las autoridades gubernamentales. Mientras que en la parte del noroeste, donde aun los indígenas no había sido sometidos a ningún régimen de la sociedad boliviana, los explotadores de la goma organizaban expediciones punitivas sobre poblaciones nativas, realizando verdaderas matanzas sobre los que atrevieran a resistirse, manteniendo con vida al resto, para hacerlos trabajar en un régimen de esclavitud.
Los pueblos mas afectados fueron los araonas, pacawaras, toromonas, catianas y caripunas, siendo prácticamente extinguidos los últimos tres.
Dentro de todos los pueblos de esa región, tal vez, los Esse Ejja (mal llamados guarayos en las crónicas y “chamas” en la actualidad), sea uno de los pueblos que no se sometió fácilmente a la persecución de los caucheros. La defensa permanente de su territorio, tuvo éxito por el rápido desplazamiento fluvial y terrestre que realizaban. Pero pese a ello, tuvieron varias derrotas, siendo vendidos los sobrevivientes en le mercado de Riberalta, según testimonios de la época recogidos por los religiosos católicos dominicos (BCSJ).
El etnocidio alcanzo tal magnitud, que a fines del siglo XIX, representantes del parlamento inglés, hicieron conocer su preocupación ante las autoridades bolivianas, exigiendo el cese de los atropellos en la zona, sobre todo, siendo que la industria de ese país era una de las principales compradoras de la goma.
La desestructuración de los pueblos indígenas, no solo implico el etnocidio sino también la migración obligada a que fueron sometidos pueblos ya evangelizados como los tacana, apolistas, reyesanos-maropas, moxeños, canichanas, movimas y chiquitanos, entre otros.
Los siringueros o trabajadores que eran “enganchados” por contratistas, generalmente nunca recibían pago, por el endeudamiento que contraían en víveres; ropa y otros artículos que eran suministrados por los patrones.
El trabajo
El régimen de trabajo impuesto en las barracas, sitios desde donde se realizaba la explotación del caucho, era inhumano. Del amanecer hasta medio día aproximadamente, los siringueros debían recorrer dos veces una estrada gomera: primero picando o rallando cada árbol con el “machadiño” y dejando las “tichelas” o los depósitos, luego recogiendo la savia.
A cada trabajador se le asignaba una “estrada”, equivalente a una determinada cantidad de árboles, de acuerdo a la capacidad del siringuero; setenta a doscientos cincuenta gomales (Valdivieso, 1896:54-55).
Luego de la recolección, el siringuero comía e inmediatamente encendía el “buyon”, utilizando el caroso del fruto de la palmera motacú, del coco o alguna madera resinosa que produzca humo denso. Ese proceso llamado defumación, consistía en coagular la savia, hasta convertirla en una bolacha, de un peso que variaba de 80 a 150 kilogramos, según el esfumador.
Este trabajo concluía a media tarde, utilizando las pocas horas del día que le quedaban para realizar actividades agrícolas, de pesca o caza para su subsistencia.
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