WikiEscuela.LaPresenciaInca Historia
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Roberto Santos Escóbar
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El origen de los incas esta muy ligado al mito y a la historia. La aparición de Manco Capac y Mama Ocllo en las aguas del lago Titicaca, lejos de ser un hito intrascendente, cobra actualidad en las últimas décadas del Tawantinsuyu. Los soberanos Tupac Inca Yupanqui y Wayna Capac, procedieron a rendir culto, al lugar del origen incaico, consagrándolo como huaca de más prestigio en vísperas de la llegada peninsular. Los recientes estudios dan cuenta que el origen y presencia étnica de los incas en el Cusco y su valle, se relacionan con Tiwanaku, dado que no eran mas que “una caravana de inmigrados procedentes de Taipicala (Tiwanaku), que a fines del siglo XII de la era cristiana, lograron huir y buscar una región donde establecer un hábitat primigenio” (Espinoza Soriano, 1987:36)
Establecidos los Incas en el Cusco, en un principio un modesto grupo étnico, para afianzarse tuvieron que enfrentar a sus vecinos, los Chancas, saliendo victorioso los cusqueños. Esta victoria bélica conseguida sobre los Chancas es considerada como el punto de partida del imperio, cuyo fundador indiscutible fue el inca Pachacutec (Lumbreras 1985:33).
La figura de este soberano es decisiva para delimitar la historia legendaria de la historia propiamente dicha de los incas. Pachacutec, es el transformador político de un estado en imperio. Hasta entonces, en la disnatia del Cusco dse habian sucedidio ocho soberanos: Manco Capac, Sinchi Roca, Lloque Yupanqui, Mayta Capac, Capac Yupanqui, Inca Roca y Yawar Waca, cuyas gestiones gubernamentales se debaten en n plano puramente local y legendario, con una duracion de mas de dos centurias, del 1200 al 1430 de nuestra era. Pero, hacia el siglo XV, se habia constituido en un poderoso imperio, dividido en cuatro partes: Chinchaysuyu, al norte; Collasuyu, al sur; Antisuyu, al este; y, Continsuyo, al oeste.
Los incas recogieron todas las experiencias políticas, económicas, sociales y culturales de los señoríos y estados conquistados. Desarrollaron un poder extremadamente jerárquico y centralizado. La figura cumbre de está organización social era el Inca o Sapainca, que se consideraba como hijo del sol y al que le rodeaba una clase aristocrática noble en permanente crecimiento y con variadas funciones en el imperio.
El estado inca, en realidad no fue propietario directo de la tierra, sino que a través del acceso a la fuerza de trabajo del ayllu –célula vital para el desarrollo de las sociedades andinas- tomaba para si la riqueza genrada por los ayllus en su trabajo colectivo realizado en las llamadas tierras del Sol, tierras del Inca, que de hecho era usufructuada por la clase en el poder” (Lumbreras, 1986:35). Precisamente, esta clase es la que vivía del esfuerzo humano –del trabajo colectivo- de las grandes zonas agrícolas, ganaderas y mineras. Waldemar Espinosa Soriano, los ha caracterizado como “productores indirectos” del imperio de los Incas. Aun dentro de esa minoría, este autor distingue dos grupos: los nobles de sangre y los de privilegia. En la nobleza de sangre se hallaban los productores indirectos, y los ociosos. Los primeros trabajaban en cargos burocráticos y castrenses; mientras que lo otros, no hacían ni siquiera eso” (1978:366).
También los incas se prodigaron en dinamizar los sistemas de reciprocidad y redistribución, con el objeto de optimizar las relaciones entre el estado y los señoríos conquistados, aunque este principio supusiera una relación asimétrica o de desigualdad con evidente ventaja para los cusqueños. Mediante este sistema, casi todos lo que vivían en el Tawantinsuyu estaban obligados a dar una parte de su tiempo y trabajo al estado, la producción agrícola, ganadera o minera exigida a las regiones, se hacia llegar oportunamente al soberano y a la nobleza. El inca mediante el sistema, en redistribución, debía al productor directo una serie de beneficios, que iban desde la “protección divjina hasta regalos o dones, que se le hacia llegar a los jefes y estos a los ayllus”.
- LA EXPANSIÓN DE LOS INCAS
La expansión de los incas al Collasuyu denota algunas controversias por parte de los cronistas coloniales. Uno de los que mejor ha narrado su historia, el Inca Gracilazo de la Vega, estima que las primeras incursiones se produjeron durante el legendario soberano Sinchi Roca (1609/1967,T:I:175). Desde luego que estas incursiones fueron esporádicas e intermitentes, contribuyendo al proceso de incorporación de la región al estado inca, interviniendo con su propia cuota: Lloque Yupanqui, Mayta Capac, Capac Yupanqui y Wayna Capac. Ahora bien, esta incorporación no fue de ninguna manera una tarea fácil y simple, se ensayaron varias formas de conquista, desde las de carácter de seducción o, a través de dones (regalos) y finalmente empleando la violencia.
El panorama preinca en el Collasuyu reflejaba una compleja conformación política entre los señoríos que la habitaban.
El ocaso de Tiwanaku, producido en el siglo XII de nuestra era, es vital para comprender la segmentación política brotada en sus antiguos territorios. En el altiplano emergieron varios señoríos regionales, los Collas, al noreste del Titicaca; los Lupaza, en la ribera occidental; los pacajes, Carangas y Lípez al oeste del altiplano, y los pueblos de la ribera oriental del lago Omasuyos. Asimismo, los Charca, en Cochabamba; lo Caracara al norte y los Chicha al sur de Potosí; los Quillazas, al sur de Oruro. Y, en los valles mesotermos, en el extremo noreste del Titicaca, los Callawayas; y, en la cuenca del río Llica, la cultura Mollo. Sin duda un cuadro político complejo, en los que cada unidad política tenia bien demarcadas sus jurisdicciones territoriales.
La zona mas densamente poblada fue la altiplanicie. Los señoríos aymaras pese a que tenían en común el idioma aymara, se hallaban en permanente rivalidad política por la heguemonía en la región. No conformaban ninguna unidad política pan-aymara.
¿Qué ofrecía la región a los cusqueños?. Indudablemente que la conquista de un estado a otro, al margen del avasallamiento del poder político local, exigía también una serie de obligaciones económicas y servicios (mitas). Durante el estado Tiwnanaku, gran parte de las zonas geográficas habían sido explotadas en beneficios del estado y de las clases gobernantes entonces la fértiles tierras maiceras del valle de Cochabamba, los feroces yungas tropicales, las áridas tierras de los desiertos de Atacama y Tarapacá, y las ricas zonas auríferas de los valles de Choqueyapu y Larecaja, eran bastante conocidas, po lo que el estado tiwanacota tenia un máximo control sobre sus regiones. Sobre esta diversificada geografía y de variados recursos agrícola—mineros, los señoríos aymaras redimensionaron sus dominios, recibiendo a los cusqueños.
Por otra parte, estos señoríos avían dividido simbólicamente su espacio en dos mitades: urco (arriba) y uma (abajo) y como espacios complementarios adyacentes: alaya (arriba) y manca (abajo); esta división dual, mas tarde quedo insertado en ala cuatripartición inca. Además, cada señorío aymara controlaba, desde los núcleos de la puna, pequeños terrenos diseminados en los valles, esta forma de acceso a las tierras vallunas, precisamente considero que es resultado de las sustanciales diferencias políticas, predominantes durante el horizonte regional tardío.
Poco antes de la conquista inca, lo ejércitos Colla y Lupaza midieron fuerzas en el pueblo de Paucarcolla, con el resultado de 30,000 guerreros muertos. En esa oportunidad ambos ejércitos reunieron alrededor de 150,000 hombres, lo que ostensiblemente revela la magnitud de las contiendas bélicas aymaras. El poderío expuesto entre estos señoríos, asimilaron rápidamente los incas, uniéndose a los Lupaca, contribuyendo a la derrota de los Colla. El reforzamiento del ejercito Lupaca, fue sellado mediante un ritual religioso, instaurándose por consiguiente una relación desigual entre el Inca, hijo del Sol, y el Lupaca. Esta alianza concretada durante el reinado de Viracocha, fue fundamental para que Cari (señor de los Lupaca) obtuviera la victoria ante Zapana (señor de los Colla). Por otra parte, los Colla fueron un señorío poderoso y se situaban en un plano de igualdad con los incas.
La alianza Inca- Lupaca precedió al conjunto de conquistas cusqueñas en el Collasuyu. Cari, señor Lupaza, fue reconocido como una autoridad de segunda categoría dentro la estructura política inca, fue su yanapaque (ayudante). Sin embargo, esta unión históricamente hay que ubicarla cuando todavía los incas no eran la potencia de principios del siglo XVI. Un caso parecido pero bajo otras connotaciones políticas, tempor5alemte en una fecha tardía (principios del siglo XVI), ocurrió con la Confederación Charca, que luego de alguna escaramuzas bélicas, fue atraído mediante dones al estado Inca.
El proceso de conquista del Collasuyo se realizo mediante el ritual de la guerra y a través de la seducción de que fueron objeto los señoríos aymaras; inclusive ambas estrategias se utilizaron en los enfrentamientos violentos. Frente a esas sutiles políticas de anexión, el descontento, la resistencia y la rebelión aymara ante el estado Inca, fueron severamente reprimidos.
Una de las grandes rebeliones, por las connotaciones sociopolíticas que tuvo, es la ocurrida al finalizar el gobierno de Pachacutec. Aproximadamente, el año 1471, poco después que los Collas fueran conquistados, a raíz de ausencia de Pachacutec, que a la sazón se encontraba en el oriente del imperio, se especulo que el soberano Inca ya no regresaría o que su ejercito llegaría diezmado, por ello, desde el nudo de Vilcanota hacia el sur, se proyecto una de las mas grandes rebeliones aymaras. La idea de recuperar la libertad y la discusión acerca de la legitimidad de estar sujeto aun solo “señor” (al inca), fueron un poderoso motivo de unión entre los lideres de los señoríos aymaras. Inclusive el jefe de los Lupaca –aliado de los soberanos del Cusco-, asistió a dicho conclave, allí: “juntos en atuncollao y en Chuchito, donde se hallaron (sic) Cari y Zapana y Humilla y el señor de Azángaro y otros muchos, hicieron su juramento, conforme a su sequedad de llevar adelante su intención y determinación; y pusiese en un templo entre las cosas sagradas, para que fuese testigo de lo que se ha dicho; y luego mataron a los gobernadores y delegados que estaban entre ellos; y por todo el reino se divulgo la rebelión en el Collao y de la muerte que habían dado a los orejones” (Cieza de León, 1553/1967:178). Sin duda que en esa oportunidad hubo una hecatombe entre los funcionarios cusqueños instalados en el Collasuyu. Esta coyuntural alianza política pan-aymara rubricada a través de la guerra, reunió por primera vez a los líderes de los señoríos aymaras.
La represión inca a la rebelión aymara fue una respuesta contundente. No la pudo emprender Pachacutec por su avanzada edad, sino que la campaña militar la encabezo Tupac Inca Yupanqui con bastante éxito. Cieza de León, anota que el enfrentamiento decisivo entre Collas e Incas, se produjo en la población de Pucará, localizada al extremo norte del lago Titicaca, del que salieron victoriosos los cusqueños (1553/1967:182). Como resultado de esta acción, casi todos los líderes aymara, a excepción de los Lupaza, fueron trasladados al Cusco, donde recibieron severos castigos. Sin embargo, los grupos aymaras más aguerridos, localizados en la ribera oriental del lago Titicac-Omasuyos, cuya cabecera política era el pueblo de Carabuco, en los enfrentamientos de las serranías que corren paralelas al Lago, fueron completamente diezmados.
A Tupac Yupanqui le cupo incorporar a los señoríos del sur y a los pueblos vallunos. Después que el ejército local se refugiara en una fortaleza natural llamada Oroconta (Chuquisaca), merced a una peculiar estratagema utilizada –atraída por unas mujeres-, los Charcas cayeron en manos del Inca. Mientras tanto, en los valles interandino, específicamente en su parte norte, los incas consiguieron el reconocimiento del gobernador de los Callawayas (Saignes, 1985:189). Pero esta pacifica penetración no pudo verificarse en la cuenca del río Llica, asentamiento de los Mollo, siendo incendiadas sus ciudades y talados sus andenes de cultivos, como lo evidencian las indagaciones arqueológicas.
- PERMANENCIA INCA EN EL COLLASUYU
Los incas solo estuvieron en el Collasuyu alrededor de 60 años, aproximadamente entre 1471 y 1532, lo suficiente para transformar políticamente a la región, introduciendo una profunda mutación poblacional, nuevas formas de explotación de los recursos agrícolas-mineros, y dejando para su devenir histórico importante obras arquitectónicas, vías camineras y grandes zonas agrícolas.
Durante el dominio cusqueño, los señoríos incorporados al Tawantinsuyu, mantuvieron cierta independencia política, pero previo el reconocimiento al Inca, como los Lupaca. El reconocimiento implicaba la imposición de un nuevo orden social en la región.
Los incas introdujeron un eficiente sistema administrativo en base a la organización de jerarquía y espacio; para el Collasuyu, proveyeron varios funcionarios, desde el Apu (gobernador de uno de los suyus); el Suyoyoc Apu (Administrador), en el Tawantinsuyu había dos de estos funcionarios; uno residía en Jauja, y el otro en Tiwanaku; y otros de menor categoría, que eran gobernadores locales, en los que recaía la responsabilidad del control de una regio siempre conflictiva para los Incas. Sin embargo, gran parte de los señores locales del Collasuyu, a través del parentesco se ligaron a varias familias de los soberanos del Cusco, como lo evidencian los manuscritos de los siglos XVI y XVII.
Asimismo se erigieron algunos centros administrativos con funciones urbanas, religiosas y militares, la mayoría de ellos edificados durante las incursiones de Tupac Inca Yupanki y Wayna Capac. Al primero se le debía la refuncionalización de Copacabana y las islas como santuario religioso; durante su conquista en los valles se construyeron Incarracay, Incallajta (Cochabamba), Incawasi, Oroconta y San Lucas (Chuquisaca), la mayoría ciudades militares para detener el avance de los Chiriguanos. Este mismo tipo de construcciones defensivas se localizaban en los contrafuertes de la cordillera oriental, en su sector norte, en el que destaca la fortaleza de Sacambaya (Inquisive), para contener las arremetidas de los Mosetene.
En la altiplanicie también se localizaron algunos centros administrativos, por ejemplo Paria. Muchas de las torres funerarias (chullpas) fueron edificadas bajo el dominio cusqueño, destacando las necrópolis de Silustani (Puno), Pacajes y Carangas. Pero también hubo otras capitales regionales incas, como Hatun Carangas. En muchos de estos lugares estratégicos se nombraron gobernadores incas. El éxito de la funcionalidad de estos recintos incaicos, hay que atribuirlo a la excelente comunicaron desarrollada, que conectaba rápidamente los valles orientales y los de la costa con el altiplano y esto a su vez con la vía que se entroncaba directamente al Cusco, la capital Inca.
El trato que recibió Copacabana y las islas esta estrechamente relacionado al lejano origen que tuvieron los Incas. La zona fue embellecida por Tupac Inca Yupanqui. En realidad fue uno de los tres santuarios mas visitados del Tawantinsuyu, desde luego después del Coricancha (Cusco) y de Pachacamac (en la costa). A Copacabana, los incas trasladaron 42 grupos de mitimaes que representaban a similar cantida de grupos étnicos conquistados: “Anancusco, Hurincusco, Ingas, Chinchaysuyus, Quitos, Pastos, Chachapoyas, Cañaris, Cayambis, Latas, Caxamarcas, Huamachucos, Guaylas, Yauyos, Ancaras, Quichuas, Mayos, Guancas, Andesuyos, Condesuyos, Chancas, Aymaras, Yanaguaras, Chumbivilcas, Padrechilques, Collaguas, Hubinas, Canches, Canas, Quivarguaros, Lupacas, Capancos, Pucopucos, Pacajes, Yungas, Carangas, Quillacas, Chichas, Soras, Copayapos, Colliyungas, Guanacos y Huruquillas” (Ramos Gavilán 1621/1976:43 ), población multiétnica con destino al servicio de la huaca o santuario. Inclusive, se traslado familias de las panacas reales del Cusco, en representación de la nobleza cusqueña. Sin embargo, como un símbolo de reconocimiento al origen inca, Wayna Capac, le rindió los honores que el caso ameritaba, “para lo cual él todos los que buscaban su gusto hallaron traza fue hacer cajuelas de piedra bien labradas con sus contrapuertas, en las cuales ponían la ofrenda y sacrificio, y con unas maromas las dejaban caer en el lugar donde antes sacrificaban a pie enjuto” (Ramos Gavilán, 1621/1697: 97).
Copacabana no fue la única zona con población multiétnica, sino que hubieron otras áreas en las que se instalo grupo de mitimaes, pero con diferentes funciones estatales en territorios de los señoríos aymaras; unos fueron mitimaes religiosos, otros mitimaes agricultores, algunos mitimaes militares y finalmente mitimaes mineros.
En la misma altiplanicie el inca puso mitimaes Chinchaysuyus, tal el caso de la rivera oriental de lago – Omasuyus, cuya población local fue deportada al extremo norte del imperio, al Ecuador actual. En cambio sus colegas de la otra orilla, los Lupaca, permitieron también la instalación de mitimaes Chinchaysuyus. Pero los valles mesotermos orientales, son los que mas dramáticamente sufrieron las mutaciones poblacionales, fueron auténticos valles multiétnicos, desde Carabaya hasta Tarija. En los valles de Larecaja, Chuquiyapu, Río Abajo e Inquisive (La Paz), mitimaes provenían de los nuecleos de la puna: Pacajes, Lupacas, Collas y de la rivera oriental del lago – Omasuyus, que compartían terrenos con grupos mas alejados, como los Canas, Canchas, Chinchasuyus y Chachapoyas.
Sin embargo, en tiempo de Wayna Capac, se produjo una de las mas grandes movilizaciones poblaciones. Al fértil valle de Cochabamba, se traslado 14.000 mitimaes agrícolas de los más variados origenes: Collas, Soras, Charcas, Chichas, Caracaras, Carangas, Pacajes, Quillazas y Chisques, pero esta presencia multiétnica se hizo a expensas de los grupos locales como los Sipe Sipes, Cotas y Chui, que fueron ubicados mas al oriente.
Los 14.000 mitimaes fueron puestos al trabajo de los campos de cultivo del maíz, cuya producción estaba destinada el estado y para mantener un ejército compuesto de miles de guerreros. Bajo estas mismas características también se trabajaban las ricas zonas auríferas de Carabaya, Larecaja y Chuquiyapu, y las argentíferas de Porco, en las que reducidos grupos de mitimaes mineros que junto a pobladores locales extraían el roro y la plata con destino al estado inca.
Este panorama de transformaciones sociales impulsador por los incas en escasas seis décadas, es lo que encontraron los conquistadores españoles, junto a señoríos aymaras dispuestos a recobrar su autonomía.
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LA PRESENCIA INCA
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Attach:vasoInca0.jpg Δ?
Vaso Quechua. Dibujo de Alcide d' Orbigny (17..-1845)
Attach:Expancion0.jpg Δ?
Mapa de la Expancion del imperio Inca
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Mamacoya Dibujo de Guaman Poma de Ayala (1613)
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División de clases sociales en el imperio Inca segun Horkheimer y kaffmann Doig (1965)
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Retrato de Tupac Inca Yupanqui con la Coya, su esposa. Lienzo probablemente pintado a principios del siglo XVIII
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Roberto Santos Escóbar
Licenciado en Historia. Umsa miembro del T.H.O.A. Autor de fechas históricas indígena.
El Tawantinsuyu es la última expresión política desarrollada en Los Andes. Hasta antes de la conquista española, los incas habían alcanzado a controlar una vasta extensión territorial, por el norte llegaba hasta el nudo montañoso de Pasto; por el sur, su influenza cubría Tucumán y el centro de la actual Republica de Chile; por el oeste, el limite era el propio Océano Pacifico.
Comprender la presencia inca en el Collasuyu supone hablar de cerca de 60 años de historia, del proceso de conquista y de las transformaciones sociales promovidas en el Collasuyu, su espacio geográfico ha sido delimitado por los cronistas coloniales, localizándolo al sur del nudo de Vilcanota y que se prolongaba hasta el norte argentino y chileno. Su territorio era de grandes contrastes geográficos, el altiplano, los valles orientales o mesotermos y la costa del Pacifico
El origen de los incas esta muy ligado al mito y a la historia. La aparición de Manco Capac y Mama Ocllo en las aguas del lago Titicaca, lejos de ser un hito intrascendente, cobra actualidad en las últimas décadas del Tawantinsuyu. Los soberanos Tupac Inca Yupanqui y Wayna Capac, procedieron a rendir culto, al lugar del origen incaico, consagrándolo como huaca de más prestigio en vísperas de la llegada peninsular. Los recientes estudios dan cuenta que el origen y presencia étnica de los incas en el Cusco y su valle, se relacionan con Tiwanaku, dado que no eran mas que “una caravana de inmigrados procedentes de Taipicala (Tiwanaku), que a fines del siglo XII de la era cristiana, lograron huir y buscar una región donde establecer un hábitat primigenio” (Espinoza Soriano, 1987:36)
Establecidos los Incas en el Cusco, en un principio un modesto grupo étnico, para afianzarse tuvieron que enfrentar a sus vecinos, los Chancas, saliendo victorioso los cusqueños. Esta victoria bélica conseguida sobre los Chancas es considerada como el punto de partida del imperio, cuyo fundador indiscutible fue el inca Pachacutec (Lumbreras 1985:33).
La figura de este soberano es decisiva para delimitar la historia legendaria de la historia propiamente dicha de los incas. Pachacutec, es el transformador político de un estado en imperio. Hasta entonces, en la disnatia del Cusco dse habian sucedidio ocho soberanos: Manco Capac, Sinchi Roca, Lloque Yupanqui, Mayta Capac, Capac Yupanqui, Inca Roca y Yawar Waca, cuyas gestiones gubernamentales se debaten en n plano puramente local y legendario, con una duracion de mas de dos centurias, del 1200 al 1430 de nuestra era. Pero, hacia el siglo XV, se habia constituido en un poderoso imperio, dividido en cuatro partes: Chinchaysuyu, al norte; Collasuyu, al sur; Antisuyu, al este; y, Continsuyo, al oeste.
Los incas recogieron todas las experiencias políticas, económicas, sociales y culturales de los señoríos y estados conquistados. Desarrollaron un poder extremadamente jerárquico y centralizado. La figura cumbre de está organización social era el Inca o Sapainca, que se consideraba como hijo del sol y al que le rodeaba una clase aristocrática noble en permanente crecimiento y con variadas funciones en el imperio.
El estado inca, en realidad no fue propietario directo de la tierra, sino que a través del acceso a la fuerza de trabajo del ayllu –célula vital para el desarrollo de las sociedades andinas- tomaba para si la riqueza genrada por los ayllus en su trabajo colectivo realizado en las llamadas tierras del Sol, tierras del Inca, que de hecho era usufructuada por la clase en el poder” (Lumbreras, 1986:35). Precisamente, esta clase es la que vivía del esfuerzo humano –del trabajo colectivo- de las grandes zonas agrícolas, ganaderas y mineras. Waldemar Espinosa Soriano, los ha caracterizado como “productores indirectos” del imperio de los Incas. Aun dentro de esa minoría, este autor distingue dos grupos: los nobles de sangre y los de privilegia. En la nobleza de sangre se hallaban los productores indirectos, y los ociosos. Los primeros trabajaban en cargos burocráticos y castrenses; mientras que lo otros, no hacían ni siquiera eso” (1978:366).
También los incas se prodigaron en dinamizar los sistemas de reciprocidad y redistribución, con el objeto de optimizar las relaciones entre el estado y los señoríos conquistados, aunque este principio supusiera una relación asimétrica o de desigualdad con evidente ventaja para los cusqueños. Mediante este sistema, casi todos lo que vivían en el Tawantinsuyu estaban obligados a dar una parte de su tiempo y trabajo al estado, la producción agrícola, ganadera o minera exigida a las regiones, se hacia llegar oportunamente al soberano y a la nobleza. El inca mediante el sistema, en redistribución, debía al productor directo una serie de beneficios, que iban desde la “protección divjina hasta regalos o dones, que se le hacia llegar a los jefes y estos a los ayllus”.
- LA EXPANSIÓN DE LOS INCAS
La expansión de los incas al Collasuyu denota algunas controversias por parte de los cronistas coloniales. Uno de los que mejor ha narrado su historia, el Inca Gracilazo de la Vega, estima que las primeras incursiones se produjeron durante el legendario soberano Sinchi Roca (1609/1967,T:I:175). Desde luego que estas incursiones fueron esporádicas e intermitentes, contribuyendo al proceso de incorporación de la región al estado inca, interviniendo con su propia cuota: Lloque Yupanqui, Mayta Capac, Capac Yupanqui y Wayna Capac. Ahora bien, esta incorporación no fue de ninguna manera una tarea fácil y simple, se ensayaron varias formas de conquista, desde las de carácter de seducción o, a través de dones (regalos) y finalmente empleando la violencia.
El panorama preinca en el Collasuyu reflejaba una compleja conformación política entre los señoríos que la habitaban.
El ocaso de Tiwanaku, producido en el siglo XII de nuestra era, es vital para comprender la segmentación política brotada en sus antiguos territorios. En el altiplano emergieron varios señoríos regionales, los Collas, al noreste del Titicaca; los Lupaza, en la ribera occidental; los pacajes, Carangas y Lípez al oeste del altiplano, y los pueblos de la ribera oriental del lago Omasuyos. Asimismo, los Charca, en Cochabamba; lo Caracara al norte y los Chicha al sur de Potosí; los Quillazas, al sur de Oruro. Y, en los valles mesotermos, en el extremo noreste del Titicaca, los Callawayas; y, en la cuenca del río Llica, la cultura Mollo. Sin duda un cuadro político complejo, en los que cada unidad política tenia bien demarcadas sus jurisdicciones territoriales.
La zona mas densamente poblada fue la altiplanicie. Los señoríos aymaras pese a que tenían en común el idioma aymara, se hallaban en permanente rivalidad política por la heguemonía en la región. No conformaban ninguna unidad política pan-aymara.
¿Qué ofrecía la región a los cusqueños?. Indudablemente que la conquista de un estado a otro, al margen del avasallamiento del poder político local, exigía también una serie de obligaciones económicas y servicios (mitas). Durante el estado Tiwnanaku, gran parte de las zonas geográficas habían sido explotadas en beneficios del estado y de las clases gobernantes entonces la fértiles tierras maiceras del valle de Cochabamba, los feroces yungas tropicales, las áridas tierras de los desiertos de Atacama y Tarapacá, y las ricas zonas auríferas de los valles de Choqueyapu y Larecaja, eran bastante conocidas, po lo que el estado tiwanacota tenia un máximo control sobre sus regiones. Sobre esta diversificada geografía y de variados recursos agrícola—mineros, los señoríos aymaras redimensionaron sus dominios, recibiendo a los cusqueños.
Por otra parte, estos señoríos avían dividido simbólicamente su espacio en dos mitades: urco (arriba) y uma (abajo) y como espacios complementarios adyacentes: alaya (arriba) y manca (abajo); esta división dual, mas tarde quedo insertado en ala cuatripartición inca. Además, cada señorío aymara controlaba, desde los núcleos de la puna, pequeños terrenos diseminados en los valles, esta forma de acceso a las tierras vallunas, precisamente considero que es resultado de las sustanciales diferencias políticas, predominantes durante el horizonte regional tardío.
Poco antes de la conquista inca, lo ejércitos Colla y Lupaza midieron fuerzas en el pueblo de Paucarcolla, con el resultado de 30,000 guerreros muertos. En esa oportunidad ambos ejércitos reunieron alrededor de 150,000 hombres, lo que ostensiblemente revela la magnitud de las contiendas bélicas aymaras. El poderío expuesto entre estos señoríos, asimilaron rápidamente los incas, uniéndose a los Lupaca, contribuyendo a la derrota de los Colla. El reforzamiento del ejercito Lupaca, fue sellado mediante un ritual religioso, instaurándose por consiguiente una relación desigual entre el Inca, hijo del Sol, y el Lupaca. Esta alianza concretada durante el reinado de Viracocha, fue fundamental para que Cari (señor de los Lupaca) obtuviera la victoria ante Zapana (señor de los Colla). Por otra parte, los Colla fueron un señorío poderoso y se situaban en un plano de igualdad con los incas.
La alianza Inca- Lupaca precedió al conjunto de conquistas cusqueñas en el Collasuyu. Cari, señor Lupaza, fue reconocido como una autoridad de segunda categoría dentro la estructura política inca, fue su yanapaque (ayudante). Sin embargo, esta unión históricamente hay que ubicarla cuando todavía los incas no eran la potencia de principios del siglo XVI. Un caso parecido pero bajo otras connotaciones políticas, tempor5alemte en una fecha tardía (principios del siglo XVI), ocurrió con la Confederación Charca, que luego de alguna escaramuzas bélicas, fue atraído mediante dones al estado Inca.
El proceso de conquista del Collasuyo se realizo mediante el ritual de la guerra y a través de la seducción de que fueron objeto los señoríos aymaras; inclusive ambas estrategias se utilizaron en los enfrentamientos violentos. Frente a esas sutiles políticas de anexión, el descontento, la resistencia y la rebelión aymara ante el estado Inca, fueron severamente reprimidos.
Una de las grandes rebeliones, por las connotaciones sociopolíticas que tuvo, es la ocurrida al finalizar el gobierno de Pachacutec. Aproximadamente, el año 1471, poco después que los Collas fueran conquistados, a raíz de ausencia de Pachacutec, que a la sazón se encontraba en el oriente del imperio, se especulo que el soberano Inca ya no regresaría o que su ejercito llegaría diezmado, por ello, desde el nudo de Vilcanota hacia el sur, se proyecto una de las mas grandes rebeliones aymaras. La idea de recuperar la libertad y la discusión acerca de la legitimidad de estar sujeto aun solo “señor” (al inca), fueron un poderoso motivo de unión entre los lideres de los señoríos aymaras. Inclusive el jefe de los Lupaca –aliado de los soberanos del Cusco-, asistió a dicho conclave, allí: “juntos en atuncollao y en Chuchito, donde se hallaron (sic) Cari y Zapana y Humilla y el señor de Azángaro y otros muchos, hicieron su juramento, conforme a su sequedad de llevar adelante su intención y determinación; y pusiese en un templo entre las cosas sagradas, para que fuese testigo de lo que se ha dicho; y luego mataron a los gobernadores y delegados que estaban entre ellos; y por todo el reino se divulgo la rebelión en el Collao y de la muerte que habían dado a los orejones” (Cieza de León, 1553/1967:178). Sin duda que en esa oportunidad hubo una hecatombe entre los funcionarios cusqueños instalados en el Collasuyu. Esta coyuntural alianza política pan-aymara rubricada a través de la guerra, reunió por primera vez a los líderes de los señoríos aymaras.
La represión inca a la rebelión aymara fue una respuesta contundente. No la pudo emprender Pachacutec por su avanzada edad, sino que la campaña militar la encabezo Tupac Inca Yupanqui con bastante éxito. Cieza de León, anota que el enfrentamiento decisivo entre Collas e Incas, se produjo en la población de Pucará, localizada al extremo norte del lago Titicaca, del que salieron victoriosos los cusqueños (1553/1967:182). Como resultado de esta acción, casi todos los líderes aymara, a excepción de los Lupaza, fueron trasladados al Cusco, donde recibieron severos castigos. Sin embargo, los grupos aymaras más aguerridos, localizados en la ribera oriental del lago Titicac-Omasuyos, cuya cabecera política era el pueblo de Carabuco, en los enfrentamientos de las serranías que corren paralelas al Lago, fueron completamente diezmados.
A Tupac Yupanqui le cupo incorporar a los señoríos del sur y a los pueblos vallunos. Después que el ejército local se refugiara en una fortaleza natural llamada Oroconta (Chuquisaca), merced a una peculiar estratagema utilizada –atraída por unas mujeres-, los Charcas cayeron en manos del Inca. Mientras tanto, en los valles interandino, específicamente en su parte norte, los incas consiguieron el reconocimiento del gobernador de los Callawayas (Saignes, 1985:189). Pero esta pacifica penetración no pudo verificarse en la cuenca del río Llica, asentamiento de los Mollo, siendo incendiadas sus ciudades y talados sus andenes de cultivos, como lo evidencian las indagaciones arqueológicas.
- PERMANENCIA INCA EN EL COLLASUYU
Los incas solo estuvieron en el Collasuyu alrededor de 60 años, aproximadamente entre 1471 y 1532, lo suficiente para transformar políticamente a la región, introduciendo una profunda mutación poblacional, nuevas formas de explotación de los recursos agrícolas-mineros, y dejando para su devenir histórico importante obras arquitectónicas, vías camineras y grandes zonas agrícolas.
Durante el dominio cusqueño, los señoríos incorporados al Tawantinsuyu, mantuvieron cierta independencia política, pero previo el reconocimiento al Inca, como los Lupaca. El reconocimiento implicaba la imposición de un nuevo orden social en la región.
Los incas introdujeron un eficiente sistema administrativo en base a la organización de jerarquía y espacio; para el Collasuyu, proveyeron varios funcionarios, desde el Apu (gobernador de uno de los suyus); el Suyoyoc Apu (Administrador), en el Tawantinsuyu había dos de estos funcionarios; uno residía en Jauja, y el otro en Tiwanaku; y otros de menor categoría, que eran gobernadores locales, en los que recaía la responsabilidad del control de una regio siempre conflictiva para los Incas. Sin embargo, gran parte de los señores locales del Collasuyu, a través del parentesco se ligaron a varias familias de los soberanos del Cusco, como lo evidencian los manuscritos de los siglos XVI y XVII.
Asimismo se erigieron algunos centros administrativos con funciones urbanas, religiosas y militares, la mayoría de ellos edificados durante las incursiones de Tupac Inca Yupanki y Wayna Capac. Al primero se le debía la refuncionalización de Copacabana y las islas como santuario religioso; durante su conquista en los valles se construyeron Incarracay, Incallajta (Cochabamba), Incawasi, Oroconta y San Lucas (Chuquisaca), la mayoría ciudades militares para detener el avance de los Chiriguanos. Este mismo tipo de construcciones defensivas se localizaban en los contrafuertes de la cordillera oriental, en su sector norte, en el que destaca la fortaleza de Sacambaya (Inquisive), para contener las arremetidas de los Mosetene.
En la altiplanicie también se localizaron algunos centros administrativos, por ejemplo Paria. Muchas de las torres funerarias (chullpas) fueron edificadas bajo el dominio cusqueño, destacando las necrópolis de Silustani (Puno), Pacajes y Carangas. Pero también hubo otras capitales regionales incas, como Hatun Carangas. En muchos de estos lugares estratégicos se nombraron gobernadores incas. El éxito de la funcionalidad de estos recintos incaicos, hay que atribuirlo a la excelente comunicaron desarrollada, que conectaba rápidamente los valles orientales y los de la costa con el altiplano y esto a su vez con la vía que se entroncaba directamente al Cusco, la capital Inca.
El trato que recibió Copacabana y las islas esta estrechamente relacionado al lejano origen que tuvieron los Incas. La zona fue embellecida por Tupac Inca Yupanqui. En realidad fue uno de los tres santuarios mas visitados del Tawantinsuyu, desde luego después del Coricancha (Cusco) y de Pachacamac (en la costa). A Copacabana, los incas trasladaron 42 grupos de mitimaes que representaban a similar cantida de grupos étnicos conquistados: “Anancusco, Hurincusco, Ingas, Chinchaysuyus, Quitos, Pastos, Chachapoyas, Cañaris, Cayambis, Latas, Caxamarcas, Huamachucos, Guaylas, Yauyos, Ancaras, Quichuas, Mayos, Guancas, Andesuyos, Condesuyos, Chancas, Aymaras, Yanaguaras, Chumbivilcas, Padrechilques, Collaguas, Hubinas, Canches, Canas, Quivarguaros, Lupacas, Capancos, Pucopucos, Pacajes, Yungas, Carangas, Quillacas, Chichas, Soras, Copayapos, Colliyungas, Guanacos y Huruquillas” (Ramos Gavilán 1621/1976:43 ), población multiétnica con destino al servicio de la huaca o santuario. Inclusive, se traslado familias de las panacas reales del Cusco, en representación de la nobleza cusqueña. Sin embargo, como un símbolo de reconocimiento al origen inca, Wayna Capac, le rindió los honores que el caso ameritaba, “para lo cual él todos los que buscaban su gusto hallaron traza fue hacer cajuelas de piedra bien labradas con sus contrapuertas, en las cuales ponían la ofrenda y sacrificio, y con unas maromas las dejaban caer en el lugar donde antes sacrificaban a pie enjuto” (Ramos Gavilán, 1621/1697: 97).
Copacabana no fue la única zona con población multiétnica, sino que hubieron otras áreas en las que se instalo grupo de mitimaes, pero con diferentes funciones estatales en territorios de los señoríos aymaras; unos fueron mitimaes religiosos, otros mitimaes agricultores, algunos mitimaes militares y finalmente mitimaes mineros.
En la misma altiplanicie el inca puso mitimaes Chinchaysuyus, tal el caso de la rivera oriental de lago – Omasuyus, cuya población local fue deportada al extremo norte del imperio, al Ecuador actual. En cambio sus colegas de la otra orilla, los Lupaca, permitieron también la instalación de mitimaes Chinchaysuyus. Pero los valles mesotermos orientales, son los que mas dramáticamente sufrieron las mutaciones poblacionales, fueron auténticos valles multiétnicos, desde Carabaya hasta Tarija. En los valles de Larecaja, Chuquiyapu, Río Abajo e Inquisive (La Paz), mitimaes provenían de los nuecleos de la puna: Pacajes, Lupacas, Collas y de la rivera oriental del lago – Omasuyus, que compartían terrenos con grupos mas alejados, como los Canas, Canchas, Chinchasuyus y Chachapoyas.
Sin embargo, en tiempo de Wayna Capac, se produjo una de las mas grandes movilizaciones poblaciones. Al fértil valle de Cochabamba, se traslado 14.000 mitimaes agrícolas de los más variados origenes: Collas, Soras, Charcas, Chichas, Caracaras, Carangas, Pacajes, Quillazas y Chisques, pero esta presencia multiétnica se hizo a expensas de los grupos locales como los Sipe Sipes, Cotas y Chui, que fueron ubicados mas al oriente.
Los 14.000 mitimaes fueron puestos al trabajo de los campos de cultivo del maíz, cuya producción estaba destinada el estado y para mantener un ejército compuesto de miles de guerreros. Bajo estas mismas características también se trabajaban las ricas zonas auríferas de Carabaya, Larecaja y Chuquiyapu, y las argentíferas de Porco, en las que reducidos grupos de mitimaes mineros que junto a pobladores locales extraían el roro y la plata con destino al estado inca.
Este panorama de transformaciones sociales impulsador por los incas en escasas seis décadas, es lo que encontraron los conquistadores españoles, junto a señoríos aymaras dispuestos a recobrar su autonomía.
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