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La aviación boliviana tuvo en la guerra el dominio del aire. El héroe de nuestra aviación fue Rafael Pavón, que murió en combate.
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La generación de la guerra, especialmente en la época final y en los años posteriores, estuvo convencida que la lucha fue por los yacimientos petrolíferos. Hay que aclarar que este fue un error. Bolivia y Paraguay lucharon por un territorio en el cual hipotéticamente existía petróleo, y las tan desprestigiadas compañías transnacionales tuvieron un papel a lo sumo secundario. La Standard Oil, que operaba en Bolivia, sabía dónde estaban las reservas importantes y prestó poco interés a la guerra aparte de la especulación en la venta de gasolina al ejército. Su contraparte, la Royal Dutch Shell que tenía inversiones en Paraguay, también tuvo una influencia mínima en el desarrollo de las acciones. En todo caso, empresarios argentinos fueron los que más alentaron y apoyaron los esfuerzos bélicos paraguayos.
La guerra en los que corresponde a la responsabilidad boliviana tuvo un claro origen político, el gobierno apeló al estado de emergencia para mantenerse en pie, y en particular Salamanca quizo fortalecer su posición a través de una aventura militar. Sin embargo la decisión fue autodestructiva y produjo resultados diferentes. La guerra no ayudo a superar la crisis; al contrario, la reflejó y la profundizó. Después de la conflagración la élite vinculada a la exportación ya no recuperaría su fuerza, más que temporalmente, y quedaría desubicada. Además, como dijo un ex combatiente e intelectual nacionalista. Augusto Céspedes: "El sufrimiento colectivo experimentado, en un mismo tiempo y lugar pro hombres de diferente clases y regiones, por oficiales en contacto con civiles, creó una afinidad en la protesta".
No debe sorprender pues, que en los años posteriores a la guerra se produjeran grandes transformaciones. En el ámbito político surgió el nacionalismo revolucionario como nueva corriente interpelatoria y reapareció una izquierda revitalizada con sus diferentes tendencias y matices. Paralelamente, el movimiento de los trabajadores prosiguió su proceso de organizaciones intensifico su lucha para obtener reconocimiento y lograra reivindicaciones cada vez mayores. En estas acciones, las mujeres tuvieron un papel importante y lograron conformar los primeros sindicatos femeninos. También los oficiales que habían sufrido junto a sus tropas conformaron gobiernos que plantearon proyectos avanzados que perseguían la justicia social y el control de los recursos naturales, aunque no lograron superar la brecha entre las buenas intensiones y la práctica. Y no se debe perder de vista que aymaras y quechuas, que llevaron sobre sus espaldas el peso del conflicto, volvieron a sus hogares con nuevas experiencias y antiguos anhelos fortalecidos, lo cual condicionó una intensificación de las disputas con terratenientes y autoridades exportadoras. Además, la población indígena estrecho sus lazos con obreros e intelectuales radicales sentando las bases para futuras acciones coordinadas y en gran escala. Si es que algún legado bueno pudo dejar la guerra, hay que mencionar que permitió ver la crisis generada por un modelo de Estado que no correspondía a la realidad, creando, con sufrimiento y dolor, condiciones para que las nuevas generaciones intentaran construir una sociedad mejor.
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