Cuando España llegó a nuestro Continente, las visionarias carabelas de Colón? abrieron para el Viejo Mundo nuevos horizontes. El indio americano, ajeno a influencias y doctrinas extrañas, vivía fiel a sus leyes, costumbres y liturgias propias.
La dominación íbera enraizó sus poderes en estas tierras, cubriendo la barbarie con un manto cristiano. Su creciente ambición tejió el sombrío velo del tributo. Así, desde el fondo de las minas y otros lugares donde el americano sangraba su dolor, fue madurando la rebelión nativa que a cada golpe de crueldad se robustecía más, anhelando justicia y libertad.
El esplendente sol de aquel memorable 10 de febrero de 1781 se convirtió en llamarada alcanzando la fuerza de un cósmico estallido que rompió el cerco de la soberbia hispana. La humillada mansedumbre indígena. Se transformó en alzamiento. La voz de Sebastián Pagador y Jacinto Rodríguez fue un trueno que sacudió hasta lo recóndito del orbe americano lanzando en Oruro su épica proclama. Los heráldicos pututus de los vientos esparcieron su claridad libertaria.
Fue uno de los primeros gritos de libertad que lanzó América, para honra y prestigio de los que condenan el despotismo y la opresión.
Oruro, rinde honor sus gestores y aquilata aquella incitación de rebeldía por constituir una de sus gestores y aquilata aquella incitación de rebeldía por constituir una de sus mayores glorias del calendario histórico.