El afán de la búsqueda de riquezas condujo a los conquistadores españoles al saqueo de objetos valiosos y la exploración de regiones, en busca de minas de oro y plata de las cuales se había escuchado. En estas circunstancias se fueron “descubriendo” importantes yacimientos de metales preciosos. De esta manera se empezaron a trabajar las minas de Porco y Potosí, convirtiéndose esta ultima en una de las principales productoras de plata en el siglo XVI. La producción aurífera también empezó a ser significativa y las provincias de Carabaya primero, y Larecaja después, ambas dependientes del Corregimiento de La Paz, pasarían a ser importantes regiones productoras de oro.
La mano de obra fue entonces un urgente problema a resolver, porque en algunas regiones la población nativa había disminuido. La escasez de mano de obra duro hasta que el Virrey Francisco de Toledo organizo la mita minera como un servicio obligatorio para la población indígena.
La extracción del mineral consumía trabajo vivo y capital constante, en madera, herramienta iluminación, recipientes obra de ingeniería. La molienda y preparación final de los minerales exigían un trabajo inferior al de la fase precedente, pero en cambio era mucho mayor en cuanto a la proporción de capital empleado. Este capital constante se invertía y consumía como capital fijo (represas, ingenio de molienda, casas de beneficio) y como capital circulante (azogue, hierro, sal, cobre, plomo, combustible) representaba el mayor porcentaje (Assadourian y otros, 1980:21-22)
Bajo estas circunstancias el capital minero circulo dentro del mismo espacio regional andino. Con la creación de zonas especializadas para satisfacer los requerimientos de los procesos productivos, la articulación de espacios económicos, de regiones integradas a consecuencia de la imposición del trabajo de la mita, la circulación mercantil encontró en estos espacios sitios ideales de movilidad.
De acuerdo a las características técnicas de producción minera, las faces de extracción y refinamiento fueron generando distintos grupos de empresarios: dueños de minas e ingenios y grupos de arrendatarios.
En un principio los dueños de minas recurrieron a la tecnología nativa de fundido de metal, bajo el sistema de wairas, donde se efectuaba el fundido de la plata, utilizando pequeños hornos de acción eólica instalados en las partes altas o sitios donde las corrientes de aire eran fuertes y constantes.
La introducción del azogue, que ya se había puesto en práctica en Nueva España, México, aprovechando la producción de mercurio de las minas de Huancavelica, modifico el nivel de purificación y refinación del mineral de plata. Los españoles agrupados en gremios de azogueros, empezaron a controlar la producción. También fueron construidos nuevos molinos que funcionaron con fuerza hidráulica o tracción animal.
Con la introducción del nuevo método de fundición aumento la producción argentífera y Potosí se convirtió en la principal ciudad del virreinato, donde se empezó a elevar el costote la vida. Por el beneficio de la plata, Potosí se transformo un polo económico de magnitud, donde llegaban comerciantes, mercaderes y aventureros, llevando todo tipo de productos, desde aquellos destinados a la extracción de minerales, hasta los suntuarios y los de consumo familiar.
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