EL OBISPO LA SANTA Y EL CURA MEDINA
Pocas Contradicciones producidas por el seno de la iglesia tan significativas como las que surgen de un paralelo entre Remigio de La Santa y Ortega, obispo de La Paz en 1809, y el tucumano José Antonio Medina, graduado en cánones en la Universidad de San Francisco Xavier y párroco del pueblo de Sicasica en ese mismo año. La Santa, nacido en España y Medina, criollo, personifican el coloniaje y la independencia.
El obispo representa la jerarquía española, estrechamente unida a la monarquia peninsular y por lo tanto, a la aristocracia. Medina es el cura jacobino, está convencido de que debe terminar el poder de la Corona en América y no duda en complicarse a fondo en la lucha por la independencia.
La Santa fue destituido el mismo día de la revolución y extrañado de la ciudad hacia Irupana. Cuando la junta revolucionaria pidió a la Santa que regresara, en respuesta comenzando por Pedro Domingo Murillo, excomulgó a las cabezas del alzamiento, a quienes declaró "malditos". "Desenvainando la espada de San Pedro" -como él mismo dijo organizó organizó una fuerza combatiente, mandó fabricar armas y después de un combate de todo un día, pudo rechazar en Irupana a la fracción revolucionaria de Victorio García Lanza. El propio La Santa combatió "al lado de la bandera". Aplastada la revolución, pidió que "por pérfida y desleal", se quitara a La Paz, el título de ciudad y su silla episcopal.
En el otro extremo, Medina participó en las reuniones secretas de la conspiración y fue el ideólogo del alzamiento. Buenaventura Bueno declaró que Medina fue el "oráculo" de los revolucionarios y Gregorio Garcia Lanza testificó que fue el autor de todos los documentos rebeldes. Junto con los más radicales, no vaciló en jurar públicamente lealtad a la causa. Fue partidario de la pelea hasta el final y estuvo contra las debilidades de los últimos momentos. Admintió ante los jueces españoles que la revolución se hizo "por motivos justos".
Medina fue condenado a la horca, aunque se aplazó la aplicación de la pena debido a su calidad de clérigo. Finalmente fue remitido preso a Lima "con una cadena en la cintura". De su prisión de Lima logró huir a Chile y en 1816 fue diputado por Tucumán al congreso constituyente de las Provincias Unidas.
A.C.R
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